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El preocupante trote de Ebir Al-Baniga
Lo que experimentó ayer el Sevilla y el sevillismo en Miranda de Ebro va más allá de una simple eliminación copera. El equipo que dirige Julen Lopetegui se despidió de la competición del KO frente a un rival que demostró haber puesto más fútbol y más ganas sobre el césped, llevándose el partido y la elminatoria con todos los méritos. Pero las sensaciones que dejó el equipo de Lopetegui con un once más que reconocible en Anduva dejarán huella a largo plazo si el técnico vasco no evita que lo visto ayer por la noche se traslade a la Liga.
El Sevilla estuvo generalmente mal, impreciso y en muchas fases del partido, apático. Solo las paradas de Vaclik, algún destello de Nolito y la voluntad de Óliver en intentar estar en todas las partes del campo se salvaron de, posbilemente, el peor partido del Sevilla de la era Lopetegui. Cierto es que el Mirandés completó un magnífico encuentro, presionando cada balón y corriendo el triple que el rival, pero en las filas del Sevilla muchos estuvieron a un nivel muy por debajo de lo que estamos acostumbrados a ver y, probablemente, con un exceso de confianza. A todo ello, hay que añadir que el Sevilla jugó sin la presencia de su brújula en el centro campo. Con la ausencia de un jugador que, aunque sí estaba físicamente en el partido, parecía tener su cabeza en otro lado: Éver Banega.
El partido de ayer miércoles frente al Mirandés fue el primero de Banega tras haber anunciado oficialmente su marcha al Al-Shabab saudí el próximo 30 de junio. El rosarino acaba contrato al término de la presente temporada y ha decidido no renovar, por lo que desde el 1 de enero del 2020 tenía libertad total para vincularse a otro club para el curso 20/21, como así ha ocurrido.
Banega arrancó el partido de Copa aparentemente correcto, a pesar de la pájara inicial del equipo. El argentino intentaba ofrecerse y, cuando tenía el balón, daba pases en cortos sin complicarse. Hasta el minuto 29, Banega completó con éxito, aunque sin jugársela, todos los pases en corto que realizó (13), pero mostraba una alarmante despreocupación en defensa.
El Mirandés se pasó desde el minuto 1 presionando la salida del balón del Sevilla, lo que obligaba la mayoría de veces al conjunto de Nervión a rifarla o perder el balón cuando superaba la mitad del campo y, en el minuto 6, llegó el primer gol local en medio de un desajuste defensivo. Cierto es que el césped de Anduva no ayudaba a la circulación de la pelota y las constantes instrucciones y gritos de Lopetegui parecían empeorar la situación, pero el equipo ya empezó a dar síntomas de preocupación nada más saltar al césped.
Banega, por su parte, parecía jugar un partido diferente y a otro ritmo, totalmente desconectado. Cuando el balón le llegaba, no se preocupaba en desbordar o conducir el balón y se limitaba a buscar lo fácil. Sus pases intentaban encontrar a un compañero que se encontraba a 5 metros en dirección horizontal y solo en dos ocasiones probó un cambio de orientación. En defensa seguía sin presionar y, cuando lo hacía, era fácilmente superado.
En el minuto 16 del encuentro llegó la primera y única ocasion de gol que tuvo el argentino en Anduva. Casi por casualidad y sin buscarla, el balon le quedó suelto dentro del area pequeña del Mirandés, solo ante el portero. Pero Banega seguía en su mundo. Su remate con la puntera de la diestra, se fue desviado a dos metros del palo izquierdo de Limones.
A partir de ahí la imagen de Banega se difuminó todavía más. El rosarino llegaba tarde a todas las presiones y seguía ofreciendo poco en distribución y cero en desborde, a la vez que restaba en defensa. Los rivales le ganaron un total de 5 balones divididos en los primeros veinte minutos y la crispación de Lopetegui aumentaba desde al banda a marchas agigantadas. Ya en el minuto 26, se prudujo una falta en la frontal del área del Mirandés, perfecta para Banega. Pero el argentino parecía haberse dejado también la iniciativa y los galones en casa y, sorprendentemente, se la dejó a un nuevo, a Gudelj, para que la lanzara a las manos del portero.
Casi a la media hora del partido, en el 29, llegó la acción fatídica. Una jugada que seguramente se haya quedado grabada en la retina a decenas de sevillistas la noche del jueves 30 de enero. Banega recibió un balón en campo propio y, tras la presión del rival, trató de dársela a Jules Koundé, que se abría a la derecha. Pero entre el argentino y el francés se encontraba el autor del primer tanto del partido, Matheus Aias, a quien Banega no había visto. El delantero brasileño del Mirandés interceptó el pase de alevín que había realizado el 8 sevillista y condujo varios metros hacia la frontal del área de Vaclik. Mientras, Banega hizo un amago de recuperar el balón con la misma intensidad con la que estaba jugando el partido, al trote, resultando evidentemente insuficiente. El goleador del partido, con mucha facilidad, superó la delicada y sutil presión del argentino y conectó un potente disparo desde fuera del área para batir de nuevo al guardameta checo. En ese mismo instante, Lopetegui tomó la decisión. El equipo necesitaba cambios urgentes en el descanso y uno de ellos iba a ser Éver Banega.
Los últimos quince minutos del primer tiempo no mejoraron la situación, más bien lo contrario. Banega perdió lo poco que le quedaba de presencia en el campo para protagonizar dos acciones desafortunadas más. Un balón largo del argentino en el minuto 37 generó una pérdida con la posterior contra del Mirandés, obligando a Munir a cometer falta y ver la correspondiente amarilla. En este momento, Lopetegui ya llevaba varios minutos sin dar instrucciones ni hacer aspavientos desde la banda. Ahora, el técnico gipuzkoano, con un 2-0 en contra, solo observaba con semblante serio y malhumorado.
La última acción en la que apareció Banega sobre el césped de Anduva fue en el minuto 43, cuando intentó a ayudar a Sergio Escudero, otro que cuajó un pésimo encuentro, a defender su banda izquierda. Banega volvió a realizar una inefectiva presión y fallida entrada a Merquelanz, que acabó por irse del argentino para generar una ocasión que casi provocó el 3-0 al descanso. La situación ya era incontrolable y el Sevilla pedía a gritos el descanso.
Lopetegui optó por realizar tres cambios al comienzo del segundo tiempo para tratar de revolucionar, sin éxito, un encuentro que se había escapado en 45 minutos, siendo Banega uno de los señalados. No fue el único jugador que hizo un partido desastroso, pero el argentino cuajó probablemente una de sus peores actuaciones en un momento delicado: solo cinco días después de haberse oficializado su marcha a Arabia Saudí para firmar un contrato millonario.
Ayer, Banega mostró su peor cara al sevillismo en un partido donde debía mostrar una imagen de profesionalismo y compromiso. Una imagen que deberá lavar si quiere disfrutar sobre el césped sus últimos cinco meses en el fútbol europeo y, sobre todo, si quiere marcharse con el merecido aplauso del Sánchez Pizjuán.