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Viernes, 01 de diciembre del 2017

Yannick busca su mejor versión fuera del once

Amparado en las lesiones, Yannick Ferreira Carrasco ya no es tan imprescindible en el Atlético de Madrid. Sobre el papel, en verano, era indiscutible; su edad, cualidades y rendimiento le convierten en uno de los cinco futbolistas más valorados del club. Joven, veloz y reconocido. Dueño del diez, el dorsal que resulta inevitable relacionar con Futre cuando se ve el fútbol desde la perspectiva atlética. Completamente diferente al portugués, comparten únicamente una suave ascendencia ascendencia (el padre del centroeuropeo nació en Portugal) y la celeridad de sus incursiones. Y determinadas actitudes propias de los genios, a veces tribuneros y otras díscolos, de los que un día besan el escudo y al siguiente abandonan el campo con gestos de histriónica incomprensión en el instante de la pertinente sustitución. Irregulares, desde los pies hasta la mente.

Titular salvo habituales excepciones, hasta que se lesionó contra el Barcelona había salido desde el principio en cinco de las ocho jornadas disputadas a lo largo del presente torneo, suma tres goles y un par de asistencias que le erigían en uno de los baluartes más fiables -o el más efectivo- de la parcela ofensiva del equipo rojiblanco.

Hasta aquel 14 de octubre, sólo las indirectas públicas de Simeone acerca del valor primordial del bloque en detrimento de las individualidades y los rumores sobre su futuro inmediato en el mercado de invierno motivado por el presunto interés de otros clubes de relumbrón enturbiaban su rutina en la capital de España. Circunstancias que ya acusó el belga durante su pasado reciente en la escuadra colchonera, como su eterno interés en jugar por la izquierda y sus lamentos cuando se le encomendaba desenvolverse por la derecha. Cuando le tocó rotar o, por simples decisiones técnicas, dejar paso a otros en la alineación su esporádica suplencia siempre enrareció el ambiente del vestuario. Lo normal, quizá, cuando uno de los más cotizados del plantel desaparece del once ideal.

En la competición liguera, la formación del Metropolitano sobrevivió a su ausencia: siete puntos de nueve posibles, eso sí, con únicamente tres tantos a favor.

El Cholo descubrió, a la desesperada frente a la Roma, que los suyos ofrecen notables prestaciones con tres atacantes puros. Griezmann, Correa y Gameiro demostraron frente al Levante que con tridente en la vanguardia hay más profundidad o presencia en una zona donde se estaban produciendo problemas no solamente de definición ante la portería contraria. 

A la espera de que el entrenador argentino decida otorgarle de nuevo los galones de indiscutble, el extremo de Ixelles va progresando en su puesta a punto. En la Copa, ante el Elche el pasado miércoles, volvió a actuar de inicio. Sin llegar a ser aquel jugador que deslumbró en el otoño de 2016, cuando renovó hasta 2022 con una cláusula de rescisión de cien millones de euros, elevó el tono físico y estuvo sumamente participativo.

Con la Real Sociedad, salvo ulterior e inesperado cambio de planes, le tocará esperar en el banquillo precisamente contra el contrincante al que le marcó su primera diana en tierras españolas. En ese momento empezó a demostrar los motivos que llevaron a la directiva de Cerezo y Gil a pagar más de dieciséis kilos por el 75 por ciento de los derechos del belga. Diecisiete goles en 81 partidos ligueros desde entonces y etiqueta de hombre decisivo a tenor de sus virtudes: desborde, pegada, fuerza, decisión, rapidez, carácter, versatilidad,... Y un defecto, más que carencia, que en la presente versión de su última reaparición muestra síntomas de mejoría: el exceso de individualismo en sus acciones.

La eficacia, a menudo, invita a perdonarle el egoísmo al finalizar algunas jugadas aunque denota una ambición irreprimible que puede afectar negativamente a sus compañeros. Un arma de doble filo, pues su afán y ansia por asumir protagonismo sobre el césped paralelamente se traduce en que siempre da la cara o como mínimo lo intenta; se antoja raro verle en la lista de sospechosos que se esconden cuando hay que remar río arriba.

De su implicación en el proyecto o institución, adaptación al escenario que se presenta en enero con Vitolo compitiendo desde otro flanco (y Costa) y rehabilitación física dependerá el rol que desempeñe en el futuro Atleti.

Llegó como campeón de Francia con el Mónaco en 2013, le dio esperanzas baldías a los suyos en Lisboa un año más tarde y ahora la afición le exige que rinda como en las tardes en que puso en pie al Calderón con sus eléctricas carreras plenas de vertiginoso ritmo. Sus galopadas las necesitan los colchoneros, con recursos limitados en la línea de ataque tras un par de ventanas de traspasos inactivas.