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Gameiro, ¿espejismo o renacimiento?
A pesar de su discreta actuación global la temporada pasada -dieciséis goles y siete asistencias en 42 partidos oficiales-, en teoría Gameiro era el compañero ideal de Griezmann hasta enero. No se trata de uno de los mejores nueves del planeta fútbol, pero sí el más facultado para ser el acompañante de su compatriota en el ataque del Atlético.
Sin embargo, las lesiones (igual que la temporada pasada, cuando se perdió el tramo decisivo y reapareció sin tiempo para reencontrar su versión deseada) han vuelto a paralizar su progresión. No hizo pretemporada y, después -con las competiciones en marcha- apenas hubo momentos para verle en acción. De hecho, antes de su sorprendente aparición como titular en Azerbaiyán, había disputado 27 testimoniales minutos distribuidos contra el Sevilla y el Valencia.
Su rendimiento frente al Qarabag fue decepcionante, aunque a la vez esperado por quienes sabían que todavía ni ha disputado un solo choque completo con el Atleti desde diciembre (aquel doloroso tres a cero de El Madrigal); los cinco enfrentamientos que empezó y acabó sobre el césped en toda su andadura como rojiblanco fueron en 2016.
Se le notó la inactividad, como en sus dos simbólicas comparecencias previas, desacertado e intrascendente; gris y desprovisto de chispa, alejado de aquel eficaz y vivo delantero eminentemente vertical en el contragolpe que atrajo los aplausos de la Europa futbolística. Porque se trata de un futbolista que alcanza su clímax deportivo al desarrollar su especialidad, con espacios y a la contra; define en carrera y se asocia, arrancando preferiblemente desde la banda derecha con vertiginosa velocidad.
Su perfil contrasta con el de ariete al uso, radicalmente diferente a Torres o Diego por ejemplo, les puede complementar si bien carece de las características que habitualmente se engalanan al estilete ofensivo que suele emplear el Atleti. Le falta potencia, presencia, continuidad y tamaño -de ancho y fundamentalmente de largo, apenas 1.72 de estatura-.
En Balaídos le llegó la reválida, las bajas movieron a Correa al costado y el francés se enfrentaba a su segunda oportunidad en cuatro días; habría que remontarse a mayo para contemplar sendas apariciones consecutivas. Tampoco dio muestras de alcanzar su estado óptimo, si bien se produjo un sensible matiz: marcó el gol decisivo, el que valió tres puntos sufridos en cada segundo y centímetro de un envite donde el galo capitalizó una de las contadas aproximaciones de los suyos arañando el botín en una inadvertida pose de oportunismo.
Un tanto producto azaroso de un rechace, repudiado por los ortodoxos, en alarde de pragmatismo y que junto a una multitudinaria defensa apoyada en un portero galáctico rehabilitaba al conjunto madrileño luego de sus recientes traspiés continentales.
El último día que el canterano del Estrasburgo resultaba decisivo con su efectividad fue ocho meses atrás, en El Molinón: los datos y las fechas constatan la irregularidad, provocada por las contingencias físicas, expuesta por el internacional absoluto con Francia (inédito con su Selección a partir de marzo, casualmente tras la derrota ante España) en este 2017.
En Vigo nació una moderada esperanza en relación a un jugador por el que el club del Metropolitano pagó más de lo que valía el verano anterior al pretérito y al que el PSG de los Ibrahimovic, Lavezzi o Ménez ya le quedó grande. Los parisinos le ficharon por once millones en 2011 y en 2013 le enviaron al Sánchez Pizjuàn por menos de ocho, perdieron parte de la inversión, para que la directiva sevillista le traspasase posteriormente en el mercado doméstico a cambio de 32 kilos.
El entorno, condicionado por el ostracismo en el que estaba sumido el punta en los albores del presente torneo, le señalaba como principal candidato a abandonar la entidad en diciembre. Ahora, tan dudoso honor recae sobre Vietto. La intervención del argentino en Elche subrayó el déficit colchonero en la delantera, una urgente llamada indirecta a Kevin Gameiro para que se postule formalmente como pareja de Antoine Griezmann con el fin de paliar la soledad de su coterráneo.
Sería un alivio para Simeone, quien lo ha inventado todo en su afán por encontrar un interlocutor válido en la zona de vanguardia. A priori, y como se pudo observar en momentos puntuales de la campaña pasada, se complementan adecuadamente y saben jugar juntos alcanzando una rentabilidad notable.
Adolece aún del estado de forma necesario para desequilibrar y desbancar a Correa como eventual inquilino de la parcela de adelante, mas lo ocurrido en tierras viguesas demostró que al hombre al que Ancelotti desaprovechó en París mantiene el olfato innato y la perentoria necesidad de batir la portería rival que persigue a los peloteros de su especie.
Pepe Muñoz